El universo no soportó tu partida, tu vacío provocó la pandemia. Ya me acostumbré a amarte en silencio, guardarlo en secreto, vocalizar tu nombre detrás de una mascarilla. Y pasan los días y tu recuerdo se vuelve humo, que me fumo junto al café en hora vespertina. Con los ojos llorozos y una sonrisa quebrada, admito que eres sinónimo de gratitud en mi vida.
Infinito... Sin principio ni final. Así como el Amor, así como Dios. Vida... ¿Existe un motivo para enfrentarla? Claro son infinitos, si uno los crea y se da cuenta que siempre han estado, siempre estarán ahí. Que a pesar de que puertas se abren o se cierran, de que pasen situaciones que me duelan, no puedo dejar de luchar y encontrarme. Convertirme en la mejor versión de mi misma, crecer, trascender... Es una tarea que no termina jamás.
Al compás de las canciones de Drexler y los poemas de Shakespeare, que no sé si están fielmente traducidos, pero ahí van... Calando hasta el fondo. Recuerdo cuando le recitaba a mi amado que su verano duraría para siempre, y cuando mi corazón se desocupó/ocupó nuevamente y juraba que al fin lo que sentía era real, sin un dolor que me rompiera las vertebras. Gracioso cuando uno jura amor para siempre y termina con 10 musas diferentes, pero quizás no mentimos y lo que sentimos es para siempre, dedicado al éter y las deidades de amor perenne.
Comentarios
Publicar un comentario