Retórica Mental

De repente dominé todas las lenguas romances.  Empecé a hablar catalán sin razón aparente: "Escriurem" De mi interior brotaron frases hilarantes, escondían su esencia pavorosa. No es hipocresía, es elasticidad. Suele verse mal expresar la desdicha con normalidad. Solo validan el dolor de un amor unilateral. Vivir no es fácil.  Nos la pasamos buscando escapes, excusas que le den sentido a eso que no lo tiene. Pescando quimeras, carcajadas que parezcan gratis.

Eres como un cover acústico mientras del cielo caen algunas gotas, acompañadas de una tenue brisa. Música de fondo que acompaña mis melodramas, pero también mis  momentos más relevantes. Y siempre estás recordándome que vivir a veces puede ser una dicha, o quizás la dicha no es vivir, sino tenerte en mi vida. Sé que muchos estarán en contra de que infravaloro la vida y por más que intenten convencerme, no creo algún día dejar de abrazar mis creencias nihilistas. Sin embargo, me declaro culpable del disfrute de tu compañía  y aunque nada tenga sentido, me contradigo pensando que tú le das sentido a este tiempo donde conviertes mi inercia, en voluntad de que me vuelvas a sacar otra sonrisa.

Su propósito era llegar al mar y ahí bañar sus desgracias, caminar sobre las aguas, conocer otro ecosistema, poner a prueba su resistencia sin respiración. Llegó corriendo y descalza. Sentía la arena caliente tatuarle la planta de los pies  y escurrirse entre sus pulgares. Logró entrar, se zambulló, flotó, hizo piruetas. Pasaron veinte minutos. El agua le llegaba al cuello, lograba ver el horizonte perderse con el azúl del océano. Era hermoso, pero nada más. Ya no había dónde ir y permanecer con vida. ¿Quedaría atrapada o se devolvería?

Escucho voces celestes que me abren camino a una nueva vida. Mi corazón se acelera de emoción. Estoy delirando. La armonía de Floor Jansen me revitaliza. Quisiera no existir en el plano físico  y solo vivir en las mentes que alguna vez sintieron algo por mí. Recuerdo aquellas veces que soñé contigo. Ahora no puedo despertar de esta pesadilla. Me acompañan las marcas en mis muslos, el humo con sabor a frutas y el calor de las Antillas. Y viviremos un montón de momentos lindos, irrepetibles. Me perderé en tu sonrisa imperfecta, pero volverás a quebrarme las arterias y  a asfixiarme hasta que casi muera.

Aguanto golpes como un sambá, hasta quedar inconciente. Escupo sangre, se me desvía el ojo, se me rompe la mandíbula. Acaba el round, me abraza y me dice: No me dejes de amar.

Las ojeras me llegan hasta las mejillas. Quiero irme lejos y fumarme 100 cajas de cigarrillos, mientras reproduzco un álbum de desamor que no va conmigo. Sentirme patética por mi propia miseria y juzgarme, sin juzgarme. Y solo así, después de despreciarme, tomar fuerzas inhumanas y darle otro giro a esta racha degradante.  

Desempolvo un álbum viejo de Mocedades, parece como si fuera a llover. Me acompañan recuerdos adulterados por mi percepción a favor de ti. Cae la primera gota, no tengo paraguas para mis pupilas. Vaya diluvio, se declara la Tercera Guerra Mundial, llegan los extaterrestres, resucita John Lennon. Y lo único que importa es que en ese preciso momento yo tomo tu mano, me correspondes y viajamos en el tiempo. Donde lejos-lejos, lejos-cerca, cerca-cerca,  cerca-lejos, eran códigos admitidos por la comunidad científica de los corazones que luchaban contra distancias y acercamientos.

Te pienso, en un específico momento del día, como si mi cerebro calculara darte un diezmo de mi tiempo. En ese momento todo parece infinito y me imagino miles de escenarios contigo a solas, donde no haya censuras ni cuotas pendientes. Se siente tan extraño sentir como si mi vida tuviera un pasadizo secreto, como el closet de Narnia, donde las horas no pasan y se viven fantasías. Sin embargo, eres real así como mis ganas de que no te vayas y que este leve momento no caduque.

No entiendo por qué me oprime el pecho. Soy un ser infeliz. Quizás un poco malagradecido. En verdad no, no soy ingrata. Es solo que ni mis bendiciones me hacen querer dar la batalla. Dicen que cuando uno lo tiene todo, debería sentirse a gusto. Quizás eso es lo que me pasa, que no tengo nada.  Nada que me haga sentir que esto vale la pena.  Hoy hice a alguien feliz, a alguien sufrir, a alguien gastar dinero. Besé, acaricié, aconsejé, brindé un café, dije te quieros. Y aquí estoy, a las tres de la mañana, como un enfermo de Covid-19, que no puede saborear nada.

Al compás de las canciones de Drexler y los poemas de Shakespeare, que no sé si están fielmente traducidos, pero ahí van... Calando hasta el fondo. Recuerdo cuando le recitaba a mi amado que su verano duraría para siempre, y cuando mi corazón se desocupó/ocupó nuevamente y juraba que al fin lo que sentía era real, sin un dolor que me rompiera las vertebras. Gracioso cuando uno jura amor para siempre y termina con 10 musas diferentes, pero quizás no mentimos y lo que sentimos es para siempre, dedicado al éter y las deidades de amor perenne.

 No entiendo por qué quiero conservar la mayor cantidad de tus recuerdos. Crear memorias que no durarán mucho tiempo, tallar en hierro nuestras iniciales, cuando mi vida se la está por llevar el viento. Lamento no estar a gusto con la existencia, no sentirme anclada a nada. Mis esperanzas son invisibles, mi estado de ánimo grisáceo, mi energía ahogada.

Se me sale el corazón del pecho, tu amor lo hace bailar. No importa si tiene dos pies izquierdos, sigo el ritmo de tus besos. Hacer el amor o morir a carcajadas. ¿Por qué no ambas? Contigo todo es posible. Jugar a ser mejores amigxs, compartir el secreto de que somos  cómplices bajo las sábanas.